La obligación de esta sociedad, es decir, nuestra obligación con el futuro de este territorio es incuestionable e intransferible. Y esta responsabilidad tiene que ver también con saber quiénes serán los gobernantes que, en los territorios, que elegiremos el último domingo de octubre.
Las campañas electorales representan una importante oportunidad para que los ciudadanos conozcan las propuestas de gobierno de los aspirantes a gobernaciones, alcaldías, asambleas y concejos. Esto, en teoría, está bien; pero en la práctica no funciona así. En la actual campaña electoral que rueda por las calles, los ciudadanos no alcanzan a ver cuál es realmente la diferencia entre un candidato y otro, así como tampoco en qué se parecen. Se han crean espacios de encuentro, como estos “foros”, los aspirantes numerosos aspirantes no han sido capaces de expresar sus diferencias en las propuestas con sus contendores con las que, se supone, gobernarán. Casi que están obligados a responder las preguntas que les hacen de manera aleatoria, sin posibilidades de profundizar en nada; y esto, sin contar que, a veces, algunos no responden lo que se les pregunta.
También es cierto que la forma de hacer campañas desde hace tiempo ha cambiado: si bien la televisión ha sido un medio muy usado para que los ciudadanos estén mínimamente informados, en la actualidad las redes sociales se han convertido en la plaza pública, y en un tiempo real y rápido.
Aquí los “foros” con nombre de “debates” están lejos de cumplir con este propósito. A algunos de los inscritos no les gusta que otros les lleven la contraria; no se atreven a materializar el principio de la falibilidad que establece que “quizás yo no tenga la razón, sino usted; o, incluso, ninguno de los dos.” Tampoco los ciudadanos pueden intervenir expresamente, a lo sumo se les permite que envíen sus preguntas en un papelito y las manden a quien modera, y éste no siempre las lee todas. Nunca hay tiempo. Yo digo que tenemos que aprender a hacer foros y diferirlos de los debates en donde se noten los puntos de diferencia entre las propuestas; se note la confrontación de ideas que es indispensable para fortalecer la democracia.
Cuando no se sabe escuchar, cuando no se sabe debatir, es decir, cuando no se les presta una juiciosa atención a los otros, se cae en el juego de la polarización, se descalifi ca a los rivales hasta llegar al punto de la intolerancia; y esto deja secuelas en la sociedad caso de las abstenciones o del voto en blanco. Dicho esto, no deja de inquietarme el hecho de que, en estos “foros”, no escuchemos preguntas que distintas que tengan que ver con los otros problemas de la ciudad.